Pregunta: ¿en qué se parecen un laboratorio universitario de la ciudad de Corrientes y decenas de escuelas rurales de esa provincia? (ayuda: no sólo en que son ámbitos educativos).
La respuesta es que se parecen porque cuentan con electricidad generada por paneles fotovoltaicos, que utilizan como “combustible” al viejo y gratuito Sol.
En el caso la Universidad Nacional de Nordeste(UNNE), el 15 de diciembre del año pasado se terminaron de instalar en su Facultad de Ciencias Exactas y Naturales ocho metros cuadrados de paneles solares tipo policristalino, que –por ahora- aportan 600 vatios a la red eléctrica que alimenta al laboratorio del Grupo en Energías Renovablesde esa casa de estudios, con sede en la ciudad de Corrientes. “La idea fue hacer una instalación experimental para demostrar que los paneles fotovoltaicos funcionan en la realidad”, resume en una charla con E-RENOVA el profesor Arturo Busso, director del Grupo. “Queremos mostrar que no crean conflictos cuando están conectados a la red convencional. Cuando adquiramos un inversor de corriente con más capacidad, vamos a disponer de 1.200 w de electricidad verde”. La movida solar convirtió en pioneros a los investigadores de la UNNE: fueron los primeros en colocar una instalación fotovoltaica en un edificio estatal en la Argentina; en 2001, la organización ecologista Greenpeace había colocado la primera privada en su sede de la Ciudad de Buenos Aires.
Pero el punto de contacto entre los investigadores universitarios y las escuelas rurales no se acaba ahí: la gente de Busso -el doctor Luis Vera, más los becarios de doctorado Christophe Bello (licenciado en Física) y los ingenieros Manuel Cáceres, Andrés Firman y Víctor Toranzos- viene trabajando con el programa PERMER de la Secretaria de Energía de la Nación, para el cual instalaron durante 2010 paneles fotovoltaicos en 85 escuelas diseminadas por el campo correntino. “Están funcionando bien, y además nosotros nos encargamos del mantenimiento”, detalla el magíster en Física Busso, quien agrega que el punto crítico esos sistemas de energía renovable son los “bancos de baterías, que son de electrolito liquido, a las que hay que agregarles cada tanto agua destilada, como se hacía hace tiempo con las baterías de los autos”.Más información
Con un cúmulo de datos en la punta de la lengua, el responsable del Grupo en Energías Renovables de esa universidad nacional cuenta más detalles sobre su trabajo: “Antes de instalar los paneles fotovoltaicos que tenemos, fabricados en la India por la empresa Photon, ensayamos casi 70 paneles de tres marcas distintas”. Ese trabajo previo lo publicaron en el sitio de la Asociación Argentina de Energías Renovables y Ambiente, y en él explican que “en situaciones de campo, algunos paneles presentan una baja de potencia generada de más o menos un 10 % de lo que informa el fabricante. De un lote de 60, seis tenían este problema, que puede repercutir después en el sistema, por ejemplo que las baterías no recuperen la carga en forma tan rápida”. Para saber por qué se produce esa merma, Busso explica que necesitan “ensayar los paneles con algún instrumental que no tenemos en este momento. Ya estamos comprando algunas cosas, que en parte nos está donando la empresa Solartec”. El equipo ya desarrolló –“por unos 1.000 dólares o menos”-, un instrumento portátil llamado Relevador de Curvas I-V (corriente-tensión)”, al que van a utilizar para “hacer el diagnóstico de todo el sistema en las escuelas en el campo”.
Ante la pregunta de cómo podrían aprovechar en la Argentina las viviendas particulares los sistemas generadores de energía eléctrica de origen solar, el profesor Busso detalla: “Con un sistema como el nuestro, el ahorro no es tanto, porque una familia tipo consume algo así como 900 kw/h por mes, y con los paneles ahorraría 70 kw/h por mes”. Por eso, sigue, “lo ideal sería que una casa mediana tenga paneles de entre 2.500 y 4000 w, que ocupan 40 o 50 metros cuadrados y se podrían colocar tranquilamente sobre el techo”. El gran problema es que un equipo de ese tipo cuesta unos US$ 40 mil, pero Busso no decae ante la contundencia de la cifra: “Para que la gente adopte la tecnología fotovoltaica, así como lo hacen otros países, se necesita una legislación adecuada por la que al pequeño inversor se le compre la electricidad que genera a una tarifa un poco superior a la común, más créditos blandos, que le hagan interesante la colocación de un equipo fotovoltaico en su casa”. Mientras ese momento llega, en Corrientes siguen ajustando chips y cables para conocer lo más posible el potencial de la energía sustentable.Con un cúmulo de datos en la punta de la lengua, el responsable del Grupo en Energías Renovables de esa universidad nacional cuenta más detalles sobre su trabajo: “Antes de instalar los paneles fotovoltaicos que tenemos, fabricados en la India por la empresa Photon, ensayamos casi 70 paneles de tres marcas distintas”. Ese trabajo previo lo publicaron en el sitio de la Asociación Argentina de Energías Renovables y Ambiente, y en él explican que “en situaciones de campo, algunos paneles presentan una baja de potencia generada de más o menos un 10 % de lo que informa el fabricante. De un lote de 60, seis tenían este problema, que puede repercutir después en el sistema, por ejemplo que las baterías no recuperen la carga en forma tan rápida”. Para saber por qué se produce esa merma, Busso explica que necesitan “ensayar los paneles con algún instrumental que no tenemos en este momento. Ya estamos comprando algunas cosas, que en parte nos está donando la empresa Solartec”. El equipo ya desarrolló –“por unos 1.000 dólares o menos”-, un instrumento portátil llamado Relevador de Curvas I-V (corriente-tensión)”, al que van a utilizar para “hacer el diagnóstico de todo el sistema en las escuelas en el campo”.
Publicado por Inst.Nac.Tecnología Industrial (INTI) -Arg. Grupo de energías renovables (e-renova)
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